Desde que tengo uso de memoria puedo recordar
mi afición por el dibujo y la pintura. La tendencia se acentuó al paso de los
años. No obstante la habilidad natural que pudiera tener, el entorno en una
ranchería a las afueras de Ciudad Camargo, Chihuahua, parecía no favorecer la actividad artística
debido a la preferencia por la actividad agrícola y ganadera de casi todas las
familias en la región. Con todo, participé en varios concursos de dibujo y gané
algunos premios a nivel estatal en la secundaria. Tuve una tía pintora (María Victoria
Márquez) que advirtió mi gusto por el dibujo y me enseñó a utilizar colores de
madera, la ejecución del claroscuro a lápiz y un poco de técnica al óleo. Al
llegar a la educación media y estudiar como bachiller ganaba dinero extra
elaborando retratos al pastel de familiares de mis amigos y era conocido por
hacer ilustraciones de portadas de diversos artistas de moda para mis compañeros. En esos momentos estaba
desanimado respecto a considerar seriamente las artes visuales como opción
profesional. Mi familia inmediata, mi padre y madre, me decían que podía dejar
de lado la pintura y el dibujo y seguir estudiando alguna otra profesión, –“La
pintura no deja nada de dinero. Si quieres tener una familia debes tener con
qué alimentarla”– decían. Yo había hecho
planes para ganar una beca y estudiar una ingeniería en sistemas.
Simultáneamente a mis estudios como bachiller físico-matemático estudié como
técnico programador analista y técnico en electrónica. Parecía que la
orientación de mis estudios ya apuntaba en una dirección concreta. Incluso
visité varios tecnológicos para solicitar información. Por esas fechas, a meses
de graduarme y tener que elegir alguna institución de educación superior,
realicé un retrato de una hermana de un compañero de grupo. Mi pago fue enviado
por su madre en un sobre con una nota que decía: – “Disculpe que le escriba,
joven, pero… ¿qué diablos hace usted estudiando electrónica con esa habilidad
para la pintura?” –. Aunque obtenía buenas calificaciones como estudiante de
electrónica yo no disfrutaba de mi actividad. El comentario de la madre de mi
amigo me hizo reflexionar. – “¿Estoy dispuesto a hacer algo que no me agrada
del todo por casi el resto de mi vida?”-. Aunque la pregunta era un tanto
drástica, había que reconsiderar. Finalmente me decidí a estudiar diseño
gráfico a fin de no contrariar a mi familia y asegurarme de poder ganar lo
suficiente como para poder sostener a una familia. Yo había estado orando por
dirección y el comentario de la señora llegó en un momento muy oportuno. Lo
tomé como una respuesta a mis dudas y opté por estudiar diseño gráfico en
Ciudad Juárez. Ahora podría permanecer en contacto con el dibujo, la pintura y
las artes. Estar estudiando diseño gráfico, en especial las materias
relacionadas con artes visuales resultaba para mí una experiencia liberadora.
Me sentía muy pleno y feliz. Estaba seguro de que estaba haciendo lo correcto.
Al trasladarme a Ciudad Juárez tuve que
elegir una nueva iglesia para reunirme. La dimensión espiritual es importante
para mí. Elegí Vino Nuevo A.R. como mi nueva iglesia y permanecí ahí por
dieciséis años. Aprendí a valorar el servicio a mis semejantes como algo que
era parte de una vida rendida a Cristo. Esta vez, sin el acicate de mis padres,
daba clases a niños de escuela dominical, repartía despensas en colonias con
necesidad económica, evangelizaba y llegué a dirigir grupos juveniles. También
llegué a considerar la vocación de servicio a Dios “de tiempo completo”, es
decir, existía la oportunidad de hacer un internado de preparación intensiva
para el ministerio. En una ocasión escuché una predicación acerca de “el
llamado”,[1]
que versaba sobre los propósitos específicos de Dios en la vida de cada persona
y los dones depositados en cada individuo. El predicador hablaba duramente y
decía que no importaba tanto la carrera profesional, sino un corazón dispuesto
a Dios y la decisión de abandonarlo todo por la causa del evangelio. Tales
personas inusuales serían capaces de ver el poder de Dios en sus vidas como
otros solo lo habrían soñado. – “¡Lo único que importa es la unción[2]!”
– decía. – “¡Tus habilidades no sirven de nada al hacer la obra de Dios!” –. Yo
me sentí frustrado. No quería ser un cristiano que no vivía plenamente su
creencia. Yo deseaba experimentar todo lo que Dios tuviera para mostrarme.
Estaba considerando dejar la universidad para dedicarme a estudiar teología o
alguna otra disciplina que me permitiera servir a Dios en mayor medida. Esa
noche oré con fervor pidiendo dirección en mi vida y Dios me guió a un pasaje:
2 Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel
hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
3 y lo he llenado del Espíritu de Dios, en
sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
4 para inventar diseños, para trabajar en oro,
en plata y en bronce,
5 y en artificio de piedras para engastarlas, y
en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.
Exodo 31:1-2 (RVA 1960).
A la mañana siguiente fui a tomar un
curso en la iglesia acerca de liderazgo. El predicador encargado del curso
estaba hablando acerca de la importancia de realizar tu trabajo como si lo
estuvieras haciendo para Dios y no para los hombres. Enfatizaba la necesidad de
que haya diversos dones y llamados. – “Todos somos parte del cuerpo de Cristo.
Cada uno tiene una vocación distinta. No puede decirle un pie a un ojo que no
sirve. ¡Debemos trabajar en conjunto!” –. Al exponer este argumento el orador
buscaba un versículo en su Biblia. Yo me levanté y le dije que el versículo que
buscaba era Exodo 31:1-2. Sorprendido, el predicador me dijo: –“Efectivamente,
¿cómo lo supiste? Creo que tú y yo estamos en el mismo espíritu” –. Acto
seguido leyó la cita. ¡Yo estaba feliz! Sentí que Dios me había escuchado y
había despejado toda duda acerca de lo que estaba haciendo. La vocación como
pintor tenía algo que ver con Su propósito y estaba ligada a mi llamado
específico para su obra. Desde entonces soy consciente de que tengo una misión
como artista visual a la par de que considero que Dios eligió dotarme con
ciertas habilidades para incidir en su iglesia y en su obra.
Aunque mi entorno no facilitaba la elección de una vocación artística, mis
habilidades parecían estar muy definidas y decididamente estudié diseño gráfico
a nivel de licenciatura en Ciudad Juárez, debido a que en Camargo, Chihuahua,
no había manera que prosiguiera mis estudios de algún modo que estuvieran
orientados hacia las artes. Era lo más cercano disponible. Luego decidí
quedarme a vivir en Ciudad Juárez, Chihuahua. Además del impacto en mi
formación y la variedad ideológica a la que fui expuesto, desarrollé ideas
propias al respecto de mi espiritualidad. A la par seguí desarrollando mis habilidades
como pintor y diseñador. La última empresa en que trabajé en calidad de
empleado es un sello disquero internacional productor de música cristiana
llamado Vástago Producciones, donde
laboré como director creativo y diseñador. Actualmente mi nicho de trabajo
principal gira en torno al diseño de portadas de producciones musicales
independientes. De algún modo he defendido mi vocación como artista visual en
lugares donde parece no haber cabida para expresiones de arte contemporáneo.
También he defendido mi estilo de vida cristiano en lugares seculares donde tal
concepción es casi inaceptable. A pesar de mis convicciones, pronto me di
cuenta de que en mi propia iglesia me sentía fuera de lugar como pintor.
Posteriormente me di cuenta de que particularmente me disgustaba ese vacío
dentro de la comunidad eclesial hacia la comunidad artística y logré conciliar
mi práctica profesional con mi creencia a través del live painting performance eclesial. He logrado exponer en diversas
iglesias en una especie de reclamo de las artes para fines de adoración. Hasta
el momento ha funcionado porque inspira a integrantes cristianos creativos
coartados por sistemas eclesiásticos y genera cierta ruptura que abre
posibilidades a nuevas ideas. El efecto
funciona a la inversa hacia la comunidad artística.
[1] “El llamado”, dentro de iglesias cristianas
carismáticas implica descubrir el
propósito específico de Dios en la vida de cada creyente.
[2] Unción es una señal que históricamente se
usaba para la elección de reyes. El ritual consistía en que un profeta elegía a
un joven y derramaba aceite sobre su cabeza. En ese momento, el Espíritu de
Jehová descendía sobre esa persona y la capacitaba para ser un rey de acuerdo a
Su voluntad. Era una señal inamovible. En la actualidad, la unción se refiere a
un llamado específico que implica habilidades concretas y dones espirituales
especiales. Ya no se realiza con aceite, pero sí se busca mediante oración y
obediencia a Dios. Se manifiesta mediante los dones y resultados en las
personas practicantes.