martes, 26 de mayo de 2015

Por qué creo. Por qué pinto. Parte 2.



Desde que tengo uso de memoria puedo recordar mi afición por el dibujo y la pintura. La tendencia se acentuó al paso de los años. No obstante la habilidad natural que pudiera tener, el entorno en una ranchería a las afueras de Ciudad Camargo, Chihuahua,  parecía no favorecer la actividad artística debido a la preferencia por la actividad agrícola y ganadera de casi todas las familias en la región. Con todo, participé en varios concursos de dibujo y gané algunos premios a nivel estatal en la secundaria. Tuve una tía pintora (María Victoria Márquez) que advirtió mi gusto por el dibujo y me enseñó a utilizar colores de madera, la ejecución del claroscuro a lápiz y un poco de técnica al óleo. Al llegar a la educación media y estudiar como bachiller ganaba dinero extra elaborando retratos al pastel de familiares de mis amigos y era conocido por hacer ilustraciones de portadas de diversos artistas de moda  para mis compañeros. En esos momentos estaba desanimado respecto a considerar seriamente las artes visuales como opción profesional. Mi familia inmediata, mi padre y madre, me decían que podía dejar de lado la pintura y el dibujo y seguir estudiando alguna otra profesión, –“La pintura no deja nada de dinero. Si quieres tener una familia debes tener con qué alimentarla”–  decían. Yo había hecho planes para ganar una beca y estudiar una ingeniería en sistemas. Simultáneamente a mis estudios como bachiller físico-matemático estudié como técnico programador analista y técnico en electrónica. Parecía que la orientación de mis estudios ya apuntaba en una dirección concreta. Incluso visité varios tecnológicos para solicitar información. Por esas fechas, a meses de graduarme y tener que elegir alguna institución de educación superior, realicé un retrato de una hermana de un compañero de grupo. Mi pago fue enviado por su madre en un sobre con una nota que decía: – “Disculpe que le escriba, joven, pero… ¿qué diablos hace usted estudiando electrónica con esa habilidad para la pintura?” –. Aunque obtenía buenas calificaciones como estudiante de electrónica yo no disfrutaba de mi actividad. El comentario de la madre de mi amigo me hizo reflexionar. – “¿Estoy dispuesto a hacer algo que no me agrada del todo por casi el resto de mi vida?”-. Aunque la pregunta era un tanto drástica, había que reconsiderar. Finalmente me decidí a estudiar diseño gráfico a fin de no contrariar a mi familia y asegurarme de poder ganar lo suficiente como para poder sostener a una familia. Yo había estado orando por dirección y el comentario de la señora llegó en un momento muy oportuno. Lo tomé como una respuesta a mis dudas y opté por estudiar diseño gráfico en Ciudad Juárez. Ahora podría permanecer en contacto con el dibujo, la pintura y las artes. Estar estudiando diseño gráfico, en especial las materias relacionadas con artes visuales resultaba para mí una experiencia liberadora. Me sentía muy pleno y feliz. Estaba seguro de que estaba haciendo lo correcto.

Al trasladarme a Ciudad Juárez tuve que elegir una nueva iglesia para reunirme. La dimensión espiritual es importante para mí. Elegí Vino Nuevo A.R. como mi nueva iglesia y permanecí ahí por dieciséis años. Aprendí a valorar el servicio a mis semejantes como algo que era parte de una vida rendida a Cristo. Esta vez, sin el acicate de mis padres, daba clases a niños de escuela dominical, repartía despensas en colonias con necesidad económica, evangelizaba y llegué a dirigir grupos juveniles. También llegué a considerar la vocación de servicio a Dios “de tiempo completo”, es decir, existía la oportunidad de hacer un internado de preparación intensiva para el ministerio. En una ocasión escuché una predicación acerca de “el llamado”,[1] que versaba sobre los propósitos específicos de Dios en la vida de cada persona y los dones depositados en cada individuo. El predicador hablaba duramente y decía que no importaba tanto la carrera profesional, sino un corazón dispuesto a Dios y la decisión de abandonarlo todo por la causa del evangelio. Tales personas inusuales serían capaces de ver el poder de Dios en sus vidas como otros solo lo habrían soñado. – “¡Lo único que importa es la unción[2]!” – decía. – “¡Tus habilidades no sirven de nada al hacer la obra de Dios!” –. Yo me sentí frustrado. No quería ser un cristiano que no vivía plenamente su creencia. Yo deseaba experimentar todo lo que Dios tuviera para mostrarme. Estaba considerando dejar la universidad para dedicarme a estudiar teología o alguna otra disciplina que me permitiera servir a Dios en mayor medida. Esa noche oré con fervor pidiendo dirección en mi vida y Dios me guió a un pasaje:
Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.
Exodo 31:1-2 (RVA 1960).
A la mañana siguiente fui a tomar un curso en la iglesia acerca de liderazgo. El predicador encargado del curso estaba hablando acerca de la importancia de realizar tu trabajo como si lo estuvieras haciendo para Dios y no para los hombres. Enfatizaba la necesidad de que haya diversos dones y llamados. – “Todos somos parte del cuerpo de Cristo. Cada uno tiene una vocación distinta. No puede decirle un pie a un ojo que no sirve. ¡Debemos trabajar en conjunto!” –. Al exponer este argumento el orador buscaba un versículo en su Biblia. Yo me levanté y le dije que el versículo que buscaba era Exodo 31:1-2. Sorprendido, el predicador me dijo: –“Efectivamente, ¿cómo lo supiste? Creo que tú y yo estamos en el mismo espíritu” –. Acto seguido leyó la cita. ¡Yo estaba feliz! Sentí que Dios me había escuchado y había despejado toda duda acerca de lo que estaba haciendo. La vocación como pintor tenía algo que ver con Su propósito y estaba ligada a mi llamado específico para su obra. Desde entonces soy consciente de que tengo una misión como artista visual a la par de que considero que Dios eligió dotarme con ciertas habilidades para incidir en su iglesia y en su obra.
Aunque mi entorno no facilitaba la elección de una vocación artística, mis habilidades parecían estar muy definidas y decididamente estudié diseño gráfico a nivel de licenciatura en Ciudad Juárez, debido a que en Camargo, Chihuahua, no había manera que prosiguiera mis estudios de algún modo que estuvieran orientados hacia las artes. Era lo más cercano disponible. Luego decidí quedarme a vivir en Ciudad Juárez, Chihuahua. Además del impacto en mi formación y la variedad ideológica a la que fui expuesto, desarrollé ideas propias al respecto de mi espiritualidad. A la par seguí desarrollando mis habilidades como pintor y diseñador. La última empresa en que trabajé en calidad de empleado es un sello disquero internacional productor de música cristiana llamado Vástago Producciones, donde laboré como director creativo y diseñador. Actualmente mi nicho de trabajo principal gira en torno al diseño de portadas de producciones musicales independientes. De algún modo he defendido mi vocación como artista visual en lugares donde parece no haber cabida para expresiones de arte contemporáneo. También he defendido mi estilo de vida cristiano en lugares seculares donde tal concepción es casi inaceptable. A pesar de mis convicciones, pronto me di cuenta de que en mi propia iglesia me sentía fuera de lugar como pintor. Posteriormente me di cuenta de que particularmente me disgustaba ese vacío dentro de la comunidad eclesial hacia la comunidad artística y logré conciliar mi práctica profesional con mi creencia a través del live painting performance eclesial. He logrado exponer en diversas iglesias en una especie de reclamo de las artes para fines de adoración. Hasta el momento ha funcionado porque inspira a integrantes cristianos creativos coartados por sistemas eclesiásticos y genera cierta ruptura que abre posibilidades a nuevas  ideas. El efecto funciona a la inversa hacia la comunidad artística.



[1] “El llamado”, dentro de iglesias cristianas carismáticas  implica descubrir el propósito específico de Dios en la vida de cada creyente.
[2] Unción es una señal que históricamente se usaba para la elección de reyes. El ritual consistía en que un profeta elegía a un joven y derramaba aceite sobre su cabeza. En ese momento, el Espíritu de Jehová descendía sobre esa persona y la capacitaba para ser un rey de acuerdo a Su voluntad. Era una señal inamovible. En la actualidad, la unción se refiere a un llamado específico que implica habilidades concretas y dones espirituales especiales. Ya no se realiza con aceite, pero sí se busca mediante oración y obediencia a Dios. Se manifiesta mediante los dones y resultados en las personas practicantes.

jueves, 30 de abril de 2015

Por qué creo, por qué pinto. Parte 1.



Propongo desnudar mi trasfondo y postura como artista performer mediante una biografía resumida y la narración subjetiva de dos episodios catárticos de mi ideología personal, que considero detonantes de intenciones y creencias, así como mi cosmovisión personal decididamente cristiana.



Soy ferviente creyente desde la infancia. Desde entonces verdaderamente trato de poner en práctica los preceptos cristianos. Hacia los trece años de edad estudiaba educación secundaria en Camargo, Chihuahua. Tenía la particularidad de tener buenas calificaciones y mis amigos más allegados eran similares en ese sentido. Recuerdo en especial a uno de mis compañeros, de nombre Rubén Macías. Él era una persona de altas posibilidades económicas y con un gusto muy precoz por la lectura. Yo por mi parte también leía libros de temáticas inusuales para la edad tales como “Religiones, Sectas y Herejías” de J. Cabral (apologética bíblica), “Demonios, demonios, demonios” de Rita Cabezas (demonología), “La fe, lo que es” de Keneth Haggain, etc. Rubén y yo platicábamos animadamente cada receso, y en ocasiones, discutíamos acerca de diversos temas. El aspecto religioso no tardó en aparecer. Recuerdo que Rubén tomaba una postura “evolucionista”[1] y científica[2], mientras que yo tomaba mi postura como cristiano, y por tanto, “creacionista”[3] acerca del origen de la humanidad. Durante una de estas ocasiones llegamos a discutir tan acaloradamente y con tantos argumentos cada uno a su favor, que ambos dudamos de nuestras creencias. Ambos nos “tambaleamos” respecto a nuestra manera de pensar.



Esa noche fue para mí un tiempo de cuestionamientos e introspección. Recuerdo haberme encerrado en mi cuarto. Me sentía especialmente inquisitivo. Pensé que quizá yo mismo estaba dejándome llevar por las creencias que me estaban siendo inculcadas por mis padres, tal y como hacía el común denominador, sin cuestionar y sin pensar por mí mismo. –“Yo no quiero ser un borrego”- pensaba. –Criticamos mucho la tradición como motivo de hacer las cosas, pero tal vez estoy haciendo lo mismo– me repetía. –No quiero ser una persona que sigue a los demás sin preguntarse nada; no quiero actuar sin pensar-. Resonaban en mi mente las palabras de mi amigo, que me cuestionaba: -¿Crees en la Biblia como tu guía de vida? ¿Sabes cómo se escribió al menos?- Y si no… ¿por qué crees en ella? - ¿Te consta algo de lo que ahí dice? ¿Has visto a un ángel o algún milagro? Si no te consta nada de lo que ahí dice, ¿por qué crees? – Todas estas preguntas eran válidas. Al parecer estaba apostando mi vida y conducta de años cimentado en las enseñanzas bíblicas de la escuela dominical sin saber mucho más. Yo era un “borrego” más. Hay múltiples discusiones acerca del origen de la Biblia, de quien la escribió y de cómo aplicarla en la vida diaria. Hay millares y millares de personas que se adjudican poseer la verdad. ¿Yo cómo iba a saber si lo que estaba haciendo era lo correcto? ¿Cómo saber siquiera cuál versión de la Biblia era la correcta? No tenía manera de sentirme seguro de vivir de acuerdo a fundamentos existenciales tan inciertos. La verdad era que me estaba costando bastante ser cristiano. Yo tenía deseos de pelear, de experimentar con chicas, de decir groserías como todos. No lo hacía porque se me había enseñado que Dios estaba junto a mí y que veía lo que yo hacía. Yo no hacía nada que a Dios le desagradara. La Biblia era mi regla de vida. Debía honrar a mis padres y ellos opinaban que no era el tiempo de que tuviera “noviecitas de secundaria”. Mis razones para no “portarme mal” se resumían a la existencia de Dios y su amor. No se trataba de ningún temor a mis padres ni a posibles consecuencias de mis actos. A mi ver, sin el concepto de Dios, no valía la pena seguir ninguna regla moral. Este mundo es de quienes son más hábiles, tienen más conocimiento, más poder, más dinero. Sin Dios mi existencia se trataría de tener el mayor número de experiencias y placeres posibles aprovechando mi tiempo de vida. El materialismo y hedonismo serían la guía sin Dios. No parecería nada práctico ser empático en manera alguna a menos que me fuera placentero. Todo carecería de sentido para mí. Existían personas que no tenían la posibilidad y alcances que yo tenía como joven. Se portaban bien porque eran tímidos, no eran muy hábiles. No sabían pelear. En mi caso, mi único freno real era el concepto de la existencia de Dios. ¿Qué pasaría si me diera cuenta de que todo eso era mentira? Entonces estaría libre de experimentar cuanto quisiera sin ninguna restricción de ningún tipo. Subsistiría “mi carne” pura y desatada. 



Decidí que esa duda no podía quedarse dentro de mí. Tenía que comprobar si Dios estaba presente o no. La Biblia dice que Dios habla, que responde y que es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Era momento de poner a prueba tales aseveraciones. Si yo encontraba que Dios era una invención y que se trataba solo de un modo de contener a las masas, esa contención no podría aplicarse a mí. No la toleraría. Si de verdad había un mundo espiritual con ángeles y demonios, un cielo y un infierno, entonces mi manera de vivir debería seguir bajo el mismo rumbo y todavía volverse mejor. Comencé a orar. Hice todo lo que me habían enseñado para llamar a Dios. Me arrodillé, alabé, lloré conmovido. Se hizo tarde y yo estaba dispuesto a insistir. Tardé alrededor de dos horas y nada parecía suceder. Yo le estaba pidiendo a Dios concretamente que me hablara o se manifestara en algún modo que erradicara cualquier resquicio de duda acerca de su existencia. No quería que se manifestara de alguna manera que me dejara posibilidades de autosugestión o de confusión. Quería algo real, poderoso e indiscutible por mí. Fue entonces que la frustración hizo presa de mí. Nada pasaba. Tal vez era momento de cambiar. Dije en voz alta, rabiando de coraje: - Si estás ahí, Dios, pero no eres capaz de responder o simplemente no te da la gana hacerlo, entonces no me interesas como Dios – dije – Prefiero servirme a mí mismo o a quien yo elija desde mi deseo natural. A partir de mañana seré todo lo que puedo ser. Nada de restricciones morales, nada de ataduras de conciencia. Voy a disfrutar mi vida al máximo y si tengo que pasar por encima de situaciones o personas para hacer eso lo haré, solo porque puedo. Esa será mi nueva filosofía de vida.- Pensé en cómo estaría con una jovencita que me gustaba y que incluso me había pedido que fuera su novio, en cómo golpearía a un compañero que gustaba de fastidiarme, en cómo dejaría de obedecer a mis padres a mi antojo. Los podía engañar cuando lo deseara.



Estaba a punto de dormirme pensando en mi nueva vida sin restricciones cuando sentí que algo en el ambiente que no era normal. Se sentía una presencia muy fuerte que me hizo temblar. Sentía una reverencia extrema. Me desperté asustado. Acto seguido escuché una voz en mi mente, algo inexplicable. Era como si se tratara de un pensamiento que era tan fuerte y con tanto volumen que no podía sino escuchar en silencio. La voz me dijo: -Tomás, porque viste creíste, pero bienaventurado el que sin ver creyó - . Y eso fue todo. Me desmoroné y lloré alegre por espacio de media hora. No obstante la brevedad de las palabras, el peso y consecuencias que tienen en mi vida alcanzan hasta hoy. No había más dudas en mí. Estaba sirviendo a un Dios que sí hablaba, que me escuchaba y que sí veía. Mi conclusión personal fue que Dios sí estaba presente. Este Dios se manifestó aunque no le hablé con respeto ni reverencia. Las palabras que me dirigió están citadas en el libro de Hechos, del Nuevo Testamento, en la Biblia. Se trataba de la historia de Tomás, el discípulo incrédulo, que no creía a los demás discípulos que Jesús había resucitado. Desconfiaba debido a todo lo que había visto. Seguro fue testigo de las mentiras de varios de sus amigos. Era alguien que pensó al igual que yo: -“Hasta que no toque sus heridas y ponga mi mano en ellas voy a creer que ha resucitado” (Juan 20:24-29 RVA 1960) – decía. En otras palabras, aunque todos sus amigos dijeran lo que habían visto, él no les creyó hasta no tener una experiencia personal y directa con Jesucristo. A pesar de su actitud escéptica, su corazón era genuino y Jesús, sabiendo que Tomás necesitaba de la verdad, apareció delante de él y le dijo: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente(Juan 20:27 RVA 1960). Lógicamente Tomás creyó instantáneamente, cayó a tierra y exclamó: -¡Señor mío y Dios mío!-. Me di cuenta de que yo no solo me llamo igual que ese discípulo, sino que mi actitud había sido similar. Con todo, Dios no solo dio oportunidad a Tomás el apóstol, sino que también a mí me había dado una oportunidad de experimentar su presencia. Este fue un momento de catarsis, una epifanía que marcó mis acciones en un antes y un después. No recomiendo “retar” a Dios y amenazarlo con dejar de obedecerle. No serviría absolutamente de nada. Creo que en mi caso Dios vio que no tenía modo de saber la verdad y tuvo misericordia. Además, sin saberlo, cubrí los criterios de Juan 14:21, que reseña las palabras de Jesús diciendo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (RVA 1960). En el momento en que yo estaba buscando respuestas conocía la Biblia, había tratado de dirigirme de acuerdo a sus preceptos con todas mis fuerzas y por lo tanto, en mi momento de duda, Dios se manifestó a mí. Esta es la razón por la que soy creyente. Es la razón por la que dedico mi obra artística a Dios y me agrada estar en espacios de iglesias. Es el lugar donde se adora al Dios que me respondió y que es real para mí.







[1] Basada en las teorías de Charles Darwin en su libro “La Evolución de las Especies” que sitúan el origen del hombre como parte de una evolución genética progresiva que permite la sobrevivencia de los organismos más adaptados a su ambiente.

[2] Es decir, sujeta a comprobación y experimentación.

[3] Se llama creacionista a la postura ideológica que sostiene que el hombre fue creado por Dios en el huerto de Edén y apoya el relato bíblico.

[4] “El llamado”, dentro de iglesias cristianas carismáticas neopentecostales, implica descubrir propósito específico de Dios en la vida de cada creyente.


[5] Unción es una señal que históricamente se usaba para la elección de reyes. El ritual consistía en que un profeta elegía a un joven y derramaba aceite sobre su cabeza. En ese momento, el Espíritu de Jehová descendía sobre esa persona y la capacitaba para ser un rey de acuerdo a Su voluntad. Era una señal inamovible. En la actualidad, la unción se refiere a un llamado específico que implica habilidades concretas y dones espirituales especiales. Ya no se realiza con aceite, pero sí se busca mediante oración y obediencia a Dios. Se manifiesta mediante los dones y resultados en las personas practicantes.

Mi declaración de artista

   
    Disfruto explorando visualmente las relaciones entre el arte y la espiritualidad. Personalmente considero las artes como expresión humana cargada de subjetividad capaz de generar una reacción en quien lo experimenta a nivel espiritual, emocional y de reflexión mental. Para mi, un arte que no genera sacudidas mentales, sociales y espirituales es débil o no es arte del todo. Las artes, por ende, son reflejo individual y colectivo de intersubjetividades y la tangibilización de un mundo espiritual. Desde este punto de vista el arte es la cúspide estética de la expresión humana. No tiene que ver con la popularidad o legitimización de ningún aparato mercadológico aunque a veces no se pueda huír de ello. Tiene que ver con generar reacciones poderosas.

    Soy creyente y me considero cristiano. Creo firmemente que lo mejor de la expresión humana debe ser focalizada como gloria hacia Dios. Por lo tanto, para mi las artes, en su calidad de cúspide estética de la expresión humana, deben ser adoración a Dios. Históricamente los artistas han tratado de acercar el arte a la vida. Yo creo que mi vida debe ser arte y debe ser adoración. Todo en conjunto. No puede separase lo uno de lo otro. Para mi el arte está en muchos lugares. Los despliegues estéticos surgen en foros inesperados de la cotidianidad. El artista superdotado no es el centro de mi trabajo y espero que nunca lo sea.

    Alguien puede pensar que estas palabras resumen un paradigma supuestamente superado en las artes contemporáneas y solo se refiere alas musas que inspiran a geniales artífices o dioses que mensajean esporádicamente. No opino lo mismo. Tal paradigma nunca ha sido superado, solo se han hecho nuevos agregados que no hacen más que focalizar el arte deificando al hombre, al material mismo o a la ciencia, o bien, la moneda. Más bien observo una prestidigitación de palabras y técnicas. No hay cambio real en esencia. Se han agregado nuevas tecnologías, es todo. Me da igual si lo que hago es considerado contemporáneo o no. Sucede en la contemporaneidad.

    Sueño con reconfigurar objetos que provoquen una reflexión a los cielos. Sueño con ser agresivo espiritualmente. Sueño con la humide influencia de una imagen y con el uso social de una acción que levante opiniones que unan y dividan. Sueño con tener los ojos abiertos en todo sentido y ser un grito que despierte a adoración violenta, sensualidad bienenfocada y espiritualidad reconciliada.

sábado, 25 de abril de 2015

EL COMIENZO: TOMÁS TERCERO






    Es para mi un gusto escribir unas líneas de vez en cuando. Creo firmemente que todos tenemos algo que compartir. Las artes son precisamente para compartirse o ser exhibidas. También se caracterizan o identifican por sus características y procesos. Más aun, en la actualidad son transdisciplinares, es decir, comparten entre sí tomando prestado de dos o más disciplinas de tal suerte que ya no basta con elegir un término, sino que se necesita de dos o tres para designar una actividad u obra artística. Hoy hay una agradable confusión que está dando lugar al nacimiento de nuevos esquemas de pensamiento que producen prácticas nuevas muy propositivas. Varios coincidirán conmigo en que la clásica división de arte renacentista está obsoleta. Yo trataré de escribir regularmente acerca de las ideas detrás de mi obra artística, que es en su mayoría visual. Comúnmente los artistas no saben por qué hacen lo que hacen, simplemente lo hacen y dejan a su obra "hablar". De hecho no me parece mal, pero yo personalmente no quisiera que mi obra deje una incógnita frecuente siempre sin resolver, ni que me interpretaran personas que intenten dar significados a mi trabajo de modo arbitrario. Para mi es una cuestión fundamental  reflexionar sobre mi actuar y exponer las razones. Me parece que es necesario tener una postura acerca de diversos temas y aprovechar la oportunidad de apertura y acercamiento que las artes e internet proveen para influenciar a quienes leen, al menos un poco. Regularmente mi obra diserta acerca de la espiritualidad, el diseño, la iglesia, Dios, la humanidad y el arte mismo (¡ya pueden darse una idea de qué revoltura encontrarán escrita! ¡no se espanten!). Este espacio me servirá para clarificar algunos por qués de mi proceder artístico, de mi performance vivencial. Siempre hay algo que decirles a otros artistas y algo que gritarle al mundo. Elijo gritar, además de con pinturas y diseños, con bits y colores estridentes. Elijo además hacer uso de la palabra escrita y hablada. Deseo explorar el ciberespacio como emisor y receptor, no solo como espectador que ocasionalmente aporta. No obstante, no considero que escribo muy bien que digamos, razón por la que, les pido no esperen demasiado. A veces, simplemente escribiré mis devaneos mentales; en otras oportunidades hablaré de procesos que inciden el las artes. Algunas veces me comportaré académico, otras, usaré un tono en extremo personal y narrativo. Quizá me ponga bromista o sarcástico. Este blog pretende ser una ventana de mis reflexiones que quizá enriquezca tu pensamiento. Ojalá logre tal objetivo. Sin más, te invito a compartir el universo que tenemos en común. Acompáñenme en este viaje de letras e imágenes digitalizadas en pantallas con scrolls; si vamos juntos, puede valer la pena.